EXPOSICIÓN ACTUAL

ANDRÉ DELVAUX

Cineasta belga nacido en 1926, jefe de fila del realismo mágico, compaginó su vida profesional entre la enseñanza teórica y práctica del cine, la realización de sus películas y su gusto por la música, siendo un excelente pianista. Su obra, muy personal, se sitúa en los confines del fantástico, en el vértigo de los juegos de espejos, de lo insólito. De L’homme au crâne rasé (1966) a L’oeuvre au noir (1988), ha desarrollado unos temas y una estética que hacen de él un autor reconocible. Murió en Valencia, España, en el año 2002.

Con Dieric Bouts

(Con Dieric Bouts)

Realización: André Delvaux
Bélgica | 1975 | 28 minutos | 35 mm

Uno de los grandes clásicos del cine sobre arte. La idea desarrollada por André Delvaux es la de poner en paralelo al pintor y al cineasta, artistas los dos trabajando bajo contrato. Unidos por una situación económica idéntica, hombres de un mismo país, Flandes, sus sensibilidades comunes dialogan durante toda la película. Ante nosotros tiene lugar la obra de ambos: Bouts con el Juicio Final y la Última Cena, Delvaux con su puesta en escena que busca huellas y permanencias. Esta complicidad da a la película una emoción que hace sentir una proximidad oculta por la diferencia temporal. La noción de época –la distancia de varios siglos– queda borrada en favor de la permanencia de la mirada. Estamos ante dos artesanos que quieren insertar en sus encuadres un cierto número de elementos, limitar el espacio de una forma precisa, representar una realidad que les toca porque nombra la angustia de la muerte y la dulzura de la vida. El texto de la película, a la vez guión y comentario, cosa rara, se escucha como un poema. El montaje hace nacer una sintaxis de frase-imagen. La música está compuesta como un sonido e, inversamente, en la película todo sonido
deviene música.

GUILLERMO G. PEYDRÓ

COMISARIO DE LA MUESTRA

MET DIERIC BOUTS

André Delvaux es el cineasta crucial del realismo mágico belga, que en películas como Un soir un train (1968) o Rendez-vous à Bray (1971) había traducido a cine la pintura surrealista autóctona, principalmente en la línea ejemplificada por Paul Delvaux –con quien no tiene parentesco–. En 1975, Delvaux recibe un encargo de la televisión belga para realizar un documental sobre Dieric Bouts, pintor flamenco fallecido en Lovaina en 1475, con motivo del quinto centenario de su muerte; el resultado es una de las cimas de la historia del cine sobre arte; una película que duda, que avanza a tientas, que piensa el intervalo –estético, técnico, económico– entre cine y pintura, a la vez que el intervalo temporal de cinco siglos que separa al cineasta del pintor. 

De Bouts se sabe poco, pero en todo caso, Delvaux deja claro desde el inicio de su película que no le interesa hacer un retrato documental al uso, que desgrane la lista de los habituales acontecimientos biográficos, puntuada por las obras maestras del artista. El cineasta convoca la propia tradición belga de cine sobre arte, quizá la más creativa de todas, y dialoga directamente con una de sus piezas fundacionales: Le monde de Paul Delvaux, dirigida por Henri Storck entre 1944 y 1946. Delvaux decide que su película culminará en un recorrido poético libre y experimental por el «mundo de Dieric Bouts» equivalente al realizado por Storck en aquella pieza maestra, pero para llegar a ese recorrido, antes es necesario encontrar la llave de entrada a su mundo pictórico, aprendiendo a mirar como miraba el pintor. 

André Delvaux expande entonces su dispositivo hacia el ensayo autorreflexivo, y comienza tanteando posibles formas de organizar el relato: fragmentos de datos biográficos, fragmentos de un posible guion, fragmentos de esbozos musicales. Delvaux filma paisajes, arquitecturas, rostros o detalles de la naturaleza que pudo mirar Bouts quinientos años atrás, en busca de su clave de traducción de la realidad a pintura. Y finalmente encuentra una posible grieta de entrada: la duplicación actualizada de una de sus imágenes, por medio del dispositivo del tableau vivant. El cineasta pone en escena la Última Cena de Bouts, perteneciente al Retablo del Santo Sacramento que realizó para la iglesia de San Pedro de Lovaina; prepara los actores, las posturas, los objetos, pero aún falta algo: el ángulo no es el correcto. Con ayuda de una grúa, vemos al equipo de rodaje elevar el ángulo de la cámara hasta un punto de vista picado, idéntico al utilizado por Bouts en su cuadro: fundiendo ambos, plano filmado y detalle de la pintura, el cineasta logra entrar al fin en el universo del pintor, y procede a transitarlo a placer en un recorrido cinematográfico inolvidable.

POLÍTICAS DE LA ORGANIZACIÓN